Mariacute;a Cristina Martiacute;nez Soto
Centro Universitaacute;rio FIEO
Alarmados con las consecuencias devastadoras para el disciplina social asi como moral de una tal combinacion de individuos asi como condiciones los escritores, y muy particularmente las moralistas, devotan sus energiacute;as a desvendar ese enmarantilde;ado persona buscando nunca una comprensioacute;n socioloacute;gica sino principios aleccionadores que guiacute;en a los visitantes desavisados. Este geacute;nero literario recurre a la individualizacioacute;n sobre dificultades creando clases que componen una fauna humana de difiacute;cil clasificacioacute;n con un denominador comuacute;n: el sobre ser productos genuinamente cortesanos.
Desplazandolo hacia el pelo entre estas figuras, merece la atencioacute;n particular, la de las damas cortesanas. Veamos.
Estas chicas son invariablemente joacute;venes, solteras, viudas o con maridos ausentes, frecuentemente forasteras asi como acomodadas (residen, con compantilde;eras y no ha transpirado criadas, en casas amplias situadas en barrios de embajadores o de la alta aristocracia asi como decoradas con el maacute;ximo lujo. Sin embargo sobre todo son guapas. Van vestidas obedeciendo todo el mundo los designios de la tendencia cortesana, permitidos o nunca: pinturas en las mejillas asi como labios, cintas sobre colores en el cabello, al utilizo franceacute;s, coronando un dificil peinado, lujosos asi como llamativos vestidos que resaltan las dones naturales: ”los hombros quedan fuera del juboacute;n; de las pechos le ven los miembros masculinos la parte que basta para nunca tener quietud en el pecho; de estas espaldas, la parte que sobra con el fin de que deacute; la virtud de espalda” (ZABALETA, 1983, p. 117), chinelas o chapines con cintas de colores desplazandolo hacia el pelo virillas sobre plata y importantes joyas.